
Pues bien, hace ya unos treinta años, tres o cuatro personas, aparte de los enterradores, asistimos al entierro de un buen amigo, D. Dionisio Abásolo Bardeci. Tarde lluviosa, fría y de viento. Tenía ochenta y tantos años.
Días antes, en su lecho de muerte, me recordó mi compromiso de ocuparme de Gregoria, que intenté cumplir lo mejor que pude y supe, a la que, en sus últimos años, procuraba visitar, al menos una vez al mes, en su residencia, donde murió con noventa y nueve años.
Dionisio, nacido al final del siglo XIX, orgulloso de su pueblo de origen, en Burgos, Villalba de Losa, fronterizo a Vizcaya, y cerquita del fabuloso salto del Nervión, que, estos días, es posible que haya lanzado a los vientos su cola de caballo, que la convierte en el salto de agua más alto de España, me decía, orgullo él, que de su pueblo era Juan de Garay, fundador de Buenos Aires, y que había una mansión, vivienda, o lo que fuera, donde estuvo uno de los hijos de Cristóbal Colón, de profesión descubridor.
Uniendo estos recuerdos, me acuerdo cómo me contaba que su padre, para huir de la guerra carlista, se fue a Barcelona.
Hace unos días, volví a ver una película de una tal Steven Spielberg, que en español se titula CABALLO DE BATALLA, cuya acción discurre durante la Primera Guerra Mundial.
Hoy, con su permiso, me atrevo a contarles otra batallita. Ésta durante nuestra terrible guerra de 1.936 al 39.
El ejército que estaba en los alrededores de Villalba de Losa, requisó todos los caballos que encontró en los pueblos de la zona, pero llegó la época de recoger la cosecha. Vecinos de Villalba de Losa acudieron a los mandos militares, para rogarles les dejaran los caballos, un poco de tiempo, para recoger la citada cosecha. Entonces se presentó el dilema de cómo distinguir los caballos de Villalba de Losa del resto de los caballos de otros pueblos.
Según contaba Dionisio, llevaron unos arreos de una yegua de Villalba de Losa, y, todos los caballos del pueblo, que conocían a la yegua, por su olor, salieron.
Como me recuerdo, se lo cuento.
Dionisio, hombre de palabra, buena persona, hasta siempre.
Jesús Ayala Carcedo.