


Perdona que te escriba estas letras, y no te lo diga a la cara, pero es que tengo prisa. Últimamente lo nuestro no marcha, ya sabes. Y debo ser sincero conmigo mismo: tengo miedo.
Me he informado un poco sobre lo que suele pasar en estos casos. Si tú tuvieras prisa, y la tienes, y consultaras a la concejalía de la mujer o de igualdad, o como diablo se llame, o a alguna de esas asociaciones de mujeres, de esas que dicen luchar contra la violencia de eso que llaman de género, y defender a las mujeres, seguro que te dirían que, por lo menos, eres una de esos millones de mujeres que sufren violencia por parte del hombre que tú, al menos, elegiste voluntariamente, o, al menos, es lo que yo he creído hasta ahora.
Y sí, pudiera ser considerado culpable. Ya sé que te cabreaste, y mucho, cuando te sugerí que el pollo se había quemado un poco, pero es que estaba negro.
Te acordarás que el año pasado estuvimos un mes sin hablarnos, cuando me opuse a ir a crédito a pasar unos días en Benidorm, pero yo soy contrario a endeudarnos más, cuando hay meses que nos cuesta pagar la hipoteca. Que lo hagan los políticos en nuestro nombre no me parece bien, sobre todo cuando no nos dicen cómo, cuándo y quién, que les suceda, lo va a pagar, pero no con su dinero, sino con el de los ciudadanos a los que nos lo retienen en la nómina y en cualquier compra.
Y, te insisto, si tú denunciaras esos cabreaos y mis palabras y mi oposición, seguro que dicen: bienvenida, tú eres una valiente que se atreve a denunciar lo que pasa en miles y miles de viviendas, en que el hombre, abusando de su fuerza o superioridad, acojona a la mujer. Aquí estamos todos para ayudarte. Denuncia, te damos abogado gratis, te lo detenemos y te damos ayudas.
Y no quiero arriesgarme a que me detengan, sobre todo cuando la Constitución Española, y otras leyes, dicen garantizarme que una posible detención debe durar lo que tarden en averiguar los hechos, y si la prueba de mis maldades es sólo tu palabra, ni nuestros hijos ni yo nos merecemos que yo pase una o dos noches en un calabozo. Te acordarás que hace poco, en un programa nocturno de televisión, la TRECE, un dirigente sindical de la Policía decía que cuando una mujer denuncia ellos detienen al hombre y padre.
Y el que tú puedas estar enfadada, para mí, no es motivo de que me prive nadie de un solo segundo de estar libre. Y menos salir esposado delante de nuestros hijos y vecinos, o de los compañeros de mi trabajo. Y yo no me siento culpable de nada, salvo si quererte o haberte querido es un delito.
Y no quiero estar en un estado en que se te pueda considerar víctima, por el solo hecho que tú firmes una denuncia o me pongas una querella, y te facilite un abogado gratis. Y yo deba gastar dinero en abogados que bien vendría para nuestros hijos.
Y no quiero estar en un país en que no se me garantice que un juez no indique el lugar donde vea a nuestros dos angelitos, de nueve y once años de edad, porque a eso les obliga la ley. Y, por cierto, me acaba de llamar una señora, que dice que es tu abogada, y me ha dicho que tú quieres el divorcio, y que todo lo debo hablar con ella, y que, entre otras cosas, tú te quedarías en la vivienda, y, por lo tanto, tanto ella como tú queréis que me vaya a la calle, a la puñetera calle. Por lo tanto, que el juez cumpla con la ley y se reconozca que puedo ver a los niños en la calle. Qué lo indique. Pero lo dudo. Me ha dicho esa señora que es mejor eso que ir a juicios dónde me puede ir peor.
Y no quiero que se incumpla la obligación legal de que los jueces indiquen lo que debe aportar el padre y lo que debe poner la madre en las sentencias, porque lo pone en la ley, pero parece que no lo cumplen.
Y no quiero que nos convoquen a celebrar un juicio de familia en que el juez invite a los abogados a reunirse con él, para que salgan los abogados a proponer pactos, y nosotros sin saber de qué han hablado. Y lo mismo para posibles temas penales, en que alguien me pueda sugerir que es mejor aceptar unos meses de cárcel, y no entrar, en vez de arriesgarme a que me pidan varios años. Y te insisto, y tú sabes, yo no he hecho nada que no haya creído que era correcto y que fuera en bien de todos.
También se ha informado en la prensa de que, a veces, no comparece el Ministerio Fiscal, cuya labor es defender a nuestros hijos. Y yo no debo defenderles, y tú no tienes tampoco esa misión. Y tú abogada no les representa en sus derechos personales, distintos de los tuyos o míos.
Tengo prisa, cariño. He llenado en un bolso, un poco grande, algo de ropa, la maquinilla de afeitar, y un par de bocatas. He ido al banco y he visto que han desaparecido los 1.500 euros que nos quedaban. Es posible que se lo hayas dado ya a esa señora abogada, para que te reemplace en una conversación cara a cara. Por cierto, hay un folleto del Ayuntamiento de Burgos que, en estos casos, recomiendan abrir una cuenta a la mujer.
Según me dicen, no hace falta que yo comparezca en juicio alguno, para que te den el divorcio que tú quieres. Y no tienes que argumentar nada, salvo probar que te uniste en matrimonio libremente. Y la ley da a todos ( y todas) la libertad de dejar de convivir, en cualquier momento, sin pedir permiso a nadie, incluso a mí.
Te dejo la vivienda, para que la ocupes con los niños. También el pago de la hipoteca. Esos novecientos eurillos mensuales que tanto nos cuesta pagar. El coche está en el garaje. Ya sabes, necesitaba unos arreglillos, y cuando le des al dueño los mil euros que cuesta el arreglo, lo utilizas. Espero que pase la ITV el próximo año, pero con veinte años será un poco difícil.
Después de lo que me ha dicho tu señora abogada, calculo que por trabajar como un burro, aguantar a clientes y al jefe, pretende ella, y tú también, que curre por trescientos euros al mes. Vamos, por diez euros al día. A los esclavos les trataban mejor, aunque no en Cuba en la época del azúcar, en que era terrible.
Me marcho sin dinero, porque en el banco ya no había, y no quiero retirarlo con la tarjeta del banco para que luego te lo pidan a ti.
Me marcho a Bruselas, como ciudadano de esta gran reunión de países que es la Unión Europea.
Espero que me permitas hablar con nuestros queridos hijos a través de videoconferencia, eso que se llama Skype, cuando logre arreglar mi situación.
Me lanzo a la carretera, para hacer auto stop. A ver si algún camionero accede a llevarme. Espero que alguien me auxilie a lo largo del duro camino que emprendo.
Podrás considerar que huyo como un cobarde. Que no te he querido nunca. Que los niños no me importan. Que los hombres de verdad luchan por sus hijos en los juzgados, pero yo sólo podría defenderme si, cara a cara, con alguien que nos ayude a estudiar la difícil situación social que se plantea con tu petición, que estimo respetable y correcta, nos ayuda. Nunca has estado presa en nuestro matrimonio, sino que siempre he considerado que estabas porque querías.
Y si necesitas ayudas, que te ayuden porque quieres ejercer un derecho. Eso lo veo correcto, pero no porque yo sea un cobarde, mal hombre y mal padre.
En un estado que no nos garantice afrontar esta situación en igualdad, con respeto y responsabilidad, yo no puedo ejercer de ciudadano, de compañero y como padre. En otras partes de nuestro país la ocupación de la vivienda puede ser por pocos años, tu abogada y tú queréis que sea por tiempo indefinido, sin poner fecha. En otras partes de España se puede facilitar o promocionar la mediación familiar. De eso no me hablado tu abogada. Cariño, para divorciarte, no me necesitas.
No quiero extenderme más. Parto con el corazón partido, con la pena en el alma. Pero nuestros hijos, los tuyos y míos, no merecen que se nos pueda maltratar porque tú ya no quieres vivir conmigo. Ése es mi miedo.
Muchos besos a todos. Voy a Bruselas.
Un padre, el que tú quisiste para nuestros hijos.